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quarta-feira, setembro 18, 2024
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El amor – Capítulo 3 – Alberto Dinys

Laura empezó a reír. Y, con mucha envidia, doña Rita no pudo disfrazar lo que sentía por ella. Las dos eran muy exitosas en la sociedad. Pero la amistad entre doña Rita y Laura era una mentira. Y mucha gente ya lo sabía. Todavía, ellas aceptaran mantener la falsa amistad frente a la prensa pensando em muchos negócios que tenían en Latino América. Era un juego peligroso.

— ¿Dije alguna mentira? — preguntó doña Rita con una sonrisa de villana.

— No — contestó Laura. — Pero no me gusta la idea de envejecer. Es triste pensar que los años vuelan y tendré que aceptar que las arrugas vendrán. Mientras aún estoy guapa, gozaré la vida. Porque la vida es llena de sorpresas. Y yo, cariño, soy adicta a las sorpresas.

— ¿Adicta a las sorpresas?

— Sí, doña Rita. Pienso que es interesante dejarse enamorarse de momentos hermosos. De personas inteligentes. De las sonrisas muy hermosas que ya están disponibles para nosotras.

Dona Rita decidió sentarse en el sillón que estaba cerca a la ventana.

— ¡Estás muy guapa, Laura!

— ¡Gracias!

— En realidad, desde el momento en que te vi me gustó tu estilo. Tu pelo. La sofisticación que tienes tú. Las palabras que te expresas en las presentaciones de la empresa. Entonces, necesito decirte que eres una mujer muy bella. Muchos hombres harían casi todo por ti.

— ¿Y por qué estás diciéndome palabras tan hermosas?

Dona Rita no contestó a la pregunta de Laura. Se puso a mirarla con ironía.

— ¿Quieres mi admiración?

— No.

— ¿Qué quieres, entonces?

— Que valores el amor.

— ¡Porfa! No trates de hacerme escuchar tus consejos. ¡Estoy harta de escucharlos!

— ¿Por qué?

— Porque no soy tan romántica como las otras mujeres que buscan el hombre perfecto. No. ¡No me gusta que hables de eso! El hombre perfecto no existe. ¿Me entiendes? Crearon muchas fantasías para explicar el amor a la gente loca. Explicarlo es una gran ventaja para los falsos expertos en el amor. Ellos ganan mucho dinero con la venta de sus libros. Engañan a las personas y viajan con la plata de los que son muy, muy sentimentales.

— Me gustaría volver al pasado, Laura — dijo doña Rita con nostalgia. — Haría muchas cosas que no hice por verguenza. Por miedo.

— Hubo muchos cambios a lo largo de los años — comentó Laura arreglándose el pelo frente al espejo. — Actualmente, las mujeres tienen más libertad. No compares el siglo pasado con el siglo actual.

— Pero la gente valoraba más el amor en el siglo pasado. Ahora las relaciones están más artificiales.

— Hubo cambios, doña Rita. Cambios.

— Lo sé, Laura.

— Y hoy en día los hombres están muy modernos. Están más vanidosos.

— Lo veo.

— ¿Entonces?

— A veces me vuelvo loca cuando hablo demasiado. ¡Perdón!

— No te olvides que somos enemigas.

— Somos enemigas, Laura. Pero no en los negócios.

— Porque el dinero es muy importantes para nosotras. Aunque digas que valoras más el amor, sé que no lograrías vivir sin tus lujos. No intentes mentir. Conozco tus gustos personales.

— El lujo es muy atractivo — confesó doña Rita relajándose en el sillón. — Muy divertido también. ¡Tienes razón! No me gustaría vivir sin lucir como una reina.

— Entonces, no trates de hablar como una vieja romántica. ¡Porfa!

— ¿Vieja romántica?

Doña Rita se puso de pie. Y con una rabia desconocida hasta aquel momento, Laura la echó café en el rostro. Entonces, doña Rita empezó a gritar de dolor.

— ¡Prostituta maldita! ¿Por qué hiciste eso?

— Lo hice por venganza.

— ¡Estás loca, desgraciada!

— ¡Estoy loca! Porque te burlas de mí con tu presencia. Con tus conversaciones que me dejan rabiosa. Con tus preguntitas de vieja envidiosa. ¡Perra maldita!

Con agilidad, sin piedad de Laura, doña Rita la golpeó en las piernas, haciéndola caer en el suelo. La miró con satisfacción al verla con miedo.

— No soy tan vieja como lo piensas, Laura.

— ¡Vieja maldita!

— ¡Cállate, loca!

— ¡Vieja prostituta!

— Me envidias porque aún tengo deseos. Soy un volcán en la cama. ¿Te duele aceptarlo? Lo siento, Laura. Pero aún soy deseable.

— ¡Mentira!

— ¿Mentira? Pregúntale a los hombres que ya me desnudaron en las mañanas. En las noches. Me gusta hacer todo en la cama.

— No quiero saber de tu intimidad.

— No aguantas mirarme y ver que aún puedo lucir sensual. !Acéptalo, Laura!

— ¡Vieja imoral! Ahora sé que quieres verme lejos para lucir como la única reina. La más elegante. ¡No tendrás el éxito que deseas! No voy a arreglarme con ningún hombre. Voy a competir contigo. Y vamos a ver quién de las dos ganará este juego sucio.

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